Autoridad Pedagógica por MASINO, Emilia
¿CÓMO SER AUTORIDAD PEDAGÓGICA HOY?
Por María Emilia Lujan Masino
5º NAT 2009.-
 
Gracias a las preguntas que son planteadas al inicio del texto, por ejemplo, “¿Es posible ser una autoridad hoy en día?” o “¿Sobre qué se funda la autoridad del maestro?”, y al título en el cual debo basarme para hacer esta redacción, tanto personal como también tomando en cuenta las voces que dan su opinión en el mismo, me di una breve idea de que lo que podría llegar a tratarse en estas hojas.
Comencé a leer cada punto de vista y a medida que avanzaba con la lectura, en mi cabeza armaba mis propias dudas, que eran respondidas por otro filósofo o, simplemente, por mí misma. Por mis propias habilidades de entender y razonar que fui desarrollando durante toda mi vida, ya sea gracias al colegio, mi familia o en mis momentos de soledad y rabia en los cuales intentaba buscarle explicación lógica a algún acontecimiento.
El texto, al principio, informa que la autoridad de hoy en día (desafortunadamente si me preguntan a mí) está en crisis; y que esto se debe principalmente a que hay un concepto erróneo de “autoridad”. Por ende, la autora, propone reconstruirlo, debido a que “no se puede educar sin autoridad”.
Estoy totalmente de acuerdo con esta cita ya que, como sabemos, la educación fue, es y va a seguir siendo la base fundamental de cada uno de nuestros actos, pensamientos e ideales.
También sostiene que “educar implica una noción de autoridad”, porque hay que dominar los contenidos que van a ser transmitidos, manejar técnicas pedagógicas que estén adecuadas a la edades y contextos de los estudiantes.
Luego, hace una pregunta que, estando de acuerdo con la respuesta que proporciona Greco, es fundamental plantearnos a nosotros mismos hoy en día. Esta es: “¿Se puede sostener una autoridad individualmente?”.
La autora, explica que “la autoridad es institucional” y que se sostiene en el trabajo en equipo. Debo admitir que la primera vez que leí esa frase pensé: “Bueno, también depende de cada maestro” y, afirmativamente, Greco sostiene lo mismo.
Afirmo y defiendo que si cada uno de los maestros de un colegio tuvieran en claro el concepto tan amplio que abarca la simple y corta palabra “autoridad”, la misma no se vería dividida en cada salón e implementada por dos o tres profesores, sino que sería una unión, que haría afianzar y resaltar el colegio, no sólo como una institución que nos hace levantarnos temprano, usar ropa que en algunas circunstancias es incómoda, y quedarnos hasta tarde cuando tal vez preferiríamos ir al cine o simplemente leer un libro de ciencia-ficción, sino que sería visto como una entidad que acompaña a los niños, chicos y adolescentes, para que el día de mañana sean alguien digno de ser llamados “personas”.
Pero, como toda consecuencia hay una causa, un origen que en muchos casos es impreciso e indeterminado. Pero… ¿Cuál es ese origen?
Según el filósofo e historiador francés Foucault (que se basa en Kant) hubo un quiebre respecto a la autoridad externa. Ésta estaba, utilizando mis palabras, “dominada” por el hombre moderno que, textualmente hablando, decía que su consigna era “no obedecerse más que a sí mismo”. En éste preciso momento surge el maestro como aquél que acompañaba al niño en el camino de su relación con el conocimiento, ya sea consigo mismo o con los demás. Pero hoy en día la autoridad está, vulgarmente hablando, “atorada”, y no consiguió llegar a su meta, que era el progreso ilimitado.
Para Castoriadis (filósofo y psicoanalista francés), debido a la escasa presencia de significaciones que nos otorguen una mejor convivencia, estamos en tiempos de desamparo e in-significancia. Puede que no halla comprendido a la perfección lo que quería decir este filósofo, pero creo que debido a que como todos tenemos una idea individual de lo que es autoridad, empleamos diferentes métodos para encararla y practicarla, por ende nos equivocamos enormemente, debido a que no somos observados como individuos, sino como sociedad y si un “eslabón falla, la cadena se rompe”. 
A continuación, Silvia Bleichmar (psicoanalista argentina) sostiene que ante la consiga “sálvese quién pueda”, se ha roto un proyecto identificatorio colectivo, que nos impide reconocernos como “nosotros” y no nos permite avanzar.
En este caso en particular no estoy totalmente de acuerdo, ya que como anteriormente expliqué, sí somos vistos como un “nosotros”, pero este término está infectado, impuro. Debido a los variantes conceptos y métodos utilizados. Y que esta impureza e infección (que se va propagando como un virus) en el “nosotros”, ya sea desde un pequeño colegio público ubicado en la zona más marginal de cualquier país, hasta todo el mundo, no nos deja avanzar. 
Stiegler dice que “no podemos conformarnos como el nosotros”, pero creo que esta equivocado. Sí podemos conformarnos como un “nosotros”, pero no el actual. Creo que hay que centrarse en la educación de cada individuo sin importar su edad o su color de piel, para que el conjunto individual forme un excelente “nosotros”.
El filósofo Inglés Thomas Hobbes habla de “guerra de todos contra todos”. No pasaron ni dos segundos reloj de que leí esa frase y ya desenmarañe su causa. Y es la misma que vengo sosteniendo hasta ahora. Las diferentes ideas, conceptos y formas que empleamos para hacernos ver o conocer, hacernos temer o respetar, han hecho que cada individuo defienda su postura ante todo. Y esta defensa se manifiesta mediante la guerra, es decir, una pelea dónde, según mi opinión, no se logra nada más que pérdidas económicas, sociales y las más importantes, las morales.
Castel (filósofo francés) informa que en el mundo pre-moderno, uno hacía caso a la autoridad porque la misma brindaba protección. Y sigo sosteniendo lo mismo. Si la autoridad defiende a determinados individuos, la sociedad va a perderse y el “nosotros”, el buen “nosotros” padecer.
Ahora voy a centrarme en una pregunta que me fascinó. Apenas la leí, solté la hoja y me puse a formular mis propias respuestas. Esta duda es: “¿Se es o se ejerce la autoridad?”.
Sin necesidad de seguir leyendo, llegué a la misma conclusión que más tarde sostuvo Greco y es que esta palabra abarca otras, mencionadas por la autora, como por ejemplo, libertad, obediencia, voluntad, etc. Obviamente Greco me proporcionó una nueva información. Una información que nunca se me había ocurrido, y es que uno no puede llamarse a sí mismo autoridad, sino que depende de la mirada de los demás. Mi idea diferente se basaba ante el hecho de que tal vez en el colegio, un profesor por un motivo x no me caía bien, y aún así lo obedecía porque “así lo dice el colegio”. Y, mezclando estas dos opiniones, llegué a la siguiente conclusión: “Creo que hay varias maneras de obtener “autoridad”. Una de ellas es siendo admirado por alguien, mientras que las otras es en función al rol que ejercemos. Y es justamente en este último caso que surge el problema, ya que muchos “abusan” de poder que les confiere ese rol”. Y en eso también infiere la opinión de Kojéve, que sostiene que la autoridad no debe ser dada mediante la violencia o la fuerza.
Al final de esta hoja (según mi impresión y el tamaño de la letra empleada en la misma), Greco afirma que la autoridad está ligada a:
 
  • La transmisión: En esta parte entiendo que el docente debe adecuarse a la manera de enseñanza que requiere cada alumno, para que este pueda avanzar en conocimiento.
  • La confianza: Aquí comprendo que el docente debe no sólo escuchar, sino también explicar y corregir, pero no desde la mirada superior y queriendo “abarcar” al alumno, y obligándolo a que actúe y piense igual que él, sino guiándolo en todo lo que pueda, y permitiéndole dar sus opiniones libremente sin juzgar.
Todo esto lleva a que el docente debe confiar “ciegamente” en su alumno. Apoyándose en las enseñanzas que dio y que el alumno debe tener en cuenta para su propio aprendizaje.
  • La igualdad y la ignorancia: Lo que se plantea en este punto es que el maestro (según el filósofo Ranciére y el pedagogo Jacotot) debe romper con las ideas de “saber y poder”, entre los ignorantes y los sabios, por ejemplo, y dejar de lado el pensamiento de superioridad que tiene con el alumno, para que ambos puedan, personalmente hablando, unirse y combinarse para que de esta manera logren ambos llegar a lo que yo creo que son sus verdaderas metas. La del alumno es aprender y formarse tanto mental como espiritualmente, mientras que la del profesor es obtener la “autoridad”, pero no mediante el miedo y la obligación, sino gracias al respeto, el buen trato y el acompañamiento.
  • La emancipación: En este caso se plantea un pasaje. EL pasaje de una “autoridad del dominio del otro” a una “autoridad emancipatoria”, es decir, que no menosprecie al alumno por el simple echo de su edad y talvez poco conocimiento en la materia, sino que pregunte para retomar las ideas previas que tenga. En el caso de que el alumno las carezca, enseñarlas, y si sí las posee y son erróneas, corregirlas, estimulando el interés del alumno con actividades nuevas, actuales y divertidas, para que de esta manera se estudie por el hecho de querer, y no sólo deber. 
 
Para resumir todos estos términos con sus debidos contenidos, debo decir que estoy de acuerdo con lo planteado. El docente constantemente debe acompañar al alumno, pero no queriendo demostrar que él sabe más, porque eso ya está explícito en el currículum, ¡El docente dedicó mayor cantidad de años al estudio!, y no debe tratarlo mal cuando se equivoca u ordenando “memorizar” la información; sino haciendo preguntas para que razone, interprete y saque sus propias conclusiones, felicitándolo en sus logros y ayudándolo en sus equivocaciones.
Hay muchos casos en los cuales un docente no cumple con todas estas funciones y el alumno, más tarde, teme preguntar por miedo. Y, desafortunadamente, el miedo, si no se encara bien (mediante el diálogo, por ejemplo), no se vence y el alumno por más crecido que luzca exteriormente ante el pasar de los años, por dentro sigue siendo un infante, que tarde o temprano va a toparse con alguna situación, ya sea familiar o escolar, y no va a lograr una respuesta adecuada, satisfactoria y correcta.
Además, todas estas características apuntan a lo mismo: La enseñanza sin la mirada despectiva y con aire de superioridad por parte del maestro, sino mediante el acompañamiento y cooperación mutua. Y digo mutua ya que, si el alumno no tiene en cuenta de que él también debe poner de si mismo (sin salir un feriado o levantándose a las 4 de la mañana quedándose a estudiar) para poder crecer, por más que el profesor de todo de sí mismo, el alumno se va a quedar “estancado”. Sin una formación completa. 
 
DECÁLOGO de un docente con AUTORIDAD PEDAGÓGICA
 
1.      El docente debe enseñar sin una mirada despectiva.
2.      El docente no debe juzgar al alumno por más diferente que piense, sino guiarlo.
3.      El docente debe apoyar a sus alumnos.
4.      El docente debe emplear el lenguaje adecuado a la edad de sus estudiantes.
5.      El docente debe utilizar métodos atractivos de enseñanza (pueden variar según el curso al cual se le está dando clase)
6.      El docente no debe tratar de manera peyorativa al alumno.
7.      El docente debe responder las dudas, por más infantiles y obvias que parezcan.
8.      El docente debe tener en cuenta que cada alumno tiene sus habilidades para diferentes materias, por ende, no debe encasillarlos en grupos (inteligentes o “los que no les da”, por ejemplo).
9.      El docente no debe “vengarse” de un alumno, por ejemplo ante el hecho de que este le halla contestado inadecuadamente, sino hablarlo de manera correcta, haciéndolo reflexionar.
10. El docente debe preguntarles a los alumnos si no les gustaría otra forma de trabajar.
 
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