Autoridad Pedagógica por FERUGLIO, Marco Exequiel

 

¿Cómo ser Autoridad Pedagógica hoy?
Por Marco Exequiel Feruglio
5º NAT 2009
 
La autoridad (pedagógica) en cuestión, en tiempos de transformación
 
¿Sería posible educar sin autoridad? ¿Sobre qué se funda la autoridad de un maestro?
 
Es prácticamente una realidad que la autoridad, en nuestra sociedad, está en crisis, ya que el riesgo de no ser como lo fue en un principio es muy alto. Pero, cómo apoyamos esta idea? Si uno se pone a reflexionar se dará cuenta de que “nuestra autoridad” se encuentra devaluada, porque en esta época de profundos cambios (comprendiendo factores tanto culturales, políticos, económicos como sociales) se logró complejizar la situación en las personas e instituciones, generando miedo, pérdida y fragmentación de ese horizonte de profundos y espectaculares conocimientos que una vez nos representaron.
Necesitamos desentrañar las problemáticas para captar el por qué de este gran problema que nos ‘ataca’. Pero no hay necesidad de paralizarse, sino que debemos intentar reconstruir aquel concepto de autoridad (dominar todo tipo de contenidos o conceptos que deben ser transmitidos, manejar las técnicas pedagógicas apropiadas para una determinada edad y contextos en los cuales viven los estudiantes, estar preparados para escuchar sus problemas, etc.) en el vínculo pedagógico para así meditar y llevar la Autoridad Pedagógica frente al conflicto, debido a que no lograremos educar en ausencia de autoridad. La mismísima María Beatriz Greco (docente, investigadora de la UBA, Licenciada y Magíster en Psicología) establece que “todo acto educativo implica un acto de autoridad” y que a su vez esta “autoridad es institucional” y no individual, puesto que se sustenta en el trabajo en equipo, el vínculo y la unión, y dentro de un clima social y colectivo de institución.
 
¿De dónde viene esta ‘crisis de autoridad’?
 
A mediados del siglo XX existieron figuras significativas en la filosofía, como Foucault (francés, 1926-1984), que creía en la presencia de un vínculo entre la autoridad y la razón misma, y la independencia o autonomía y dominio en el ‘camino del progreso ilimitado’. Esto significaba que el maestro era el que se encargaba de hacer que el alumno renazca para que de ese modo vaya comprendiendo las cosas, y que de él salga el anhelo por aprender. Es por eso que hoy en día la autoridad, en lo que respecta al campo educacional, sufre dificultades para ser representada y reconocida.
Hacia este período, también salieron a flote pensamientos de Castoriadis (francés, 1922-1997) que afirmaban un “tiempo de in-significancia” y desamparo o abandono. Otros, como Stiegler (francés, 1952), debatían sobre un “sufrimiento narcisístico del nosotros”: solemos vivir de una ‘manera individual’ y por ende no podemos hablar de un ‘nosotros’, dejando camino libre a las trasgresiones.
“Guerra de todos contra todos”, esto manifiesta Thomas Hobbes (inglés, 1588-1679) acerca de la disolución de un colectivo social que nos cuida y protege más allá de nuestras diversidades. Castel (francés), por ejemplo, decía que la autoridad representaba y aseguraba protección y por eso uno obedecía. A su vez, Agamben (italiano, 1942), mantenía que la autoridad reside en el relato y la palabra, y en la experiencia de quien transmite.
Sintetizando, la autoridad era vista como la transmisión de experiencias vividas entre generaciones: Autoridad de la experiencia.
A modo de ejemplo, podríamos decir que lo que nos está sucediendo es como una situación en la familia. De qué modo? El padre es la imagen, teóricamente, más importante entre los miembros, y son los hijos quienes están implícitamente obligados a cumplir sus reglas y normativas (siempre y cuando hablemos de niños menores de edad). Existe la posibilidad de que el padre se ausente durante un largo lapso de tiempo y de manera repetida, siendo esta ausencia de imagen paterna la causal de chicos rebeldes, jóvenes perturbadores de la sociedad, drogadictos, otros a los que les va mal en sus actividades (tanto curriculares como extracurriculares), solitarios, entre otras posibles variables. Son los hijos, en este caso, los que no podrán optar por el camino correcto para llegar a adquirir una vida plena (si es que “adquirir una vida plena” es hablar de de parámetros de buena conducta). Me explico? Ahora bien, si releen el párrafo se darán cuenta de que la imagen del padre representa a la Autoridad (pedagógica), y los hijos serían los alumnos (nosotros). Si aquella autoridad no respeta sus funciones, no cumple su trabajo correctamente y se aleja de las personas con las cuales debería estar, es obvio que sus objetivos no serán cumplidos ni correcta ni eficazmente. Podríamos llamar a esto una “mala praxis”.
 
¿De dónde procede la autoridad de un maestro? ¿Se es o se ejerce autoridad?
 
La Licenciada afirma que la “autoridad no es un concepto aislado y recortado” porque se diferencia por el poder, la influencia, disciplina, obediencia y, sobre todo, legitimidad. Básicamente, se despliega en la intersubjetividad y enlaza a sujetos en relaciones asimétricas, pero implica, principalmente, un reconocimiento. Absolutamente nadie puede nombrarse autoridad a si mismo, sino que ese importante reconocimiento es otorgado cuando se cuenta con una determinada experiencia de importancia que busca un beneficio en otra persona y que la hace crecer.
Alexandre Kojéje (filósofo francés nacido en Rusia, 1902-1968) expresa que “uno reconoce una autoridad y renuncia libre y conscientemente a cambio de algo que otro ofrece y dona” de manera tal que un docente no se coloca por fuera de la situación de aprendizaje sino que se involucra con el alumno y su propio aprendizaje para sostenerlo y no que cese, y que sus potenciales se muestren al mundo. Esto demuestra que la autoridad en sí se vale por hacer nacer y crecer.
 
¿Cómo puede pensarse hoy la autoridad pedagógica?
 
Podríamos ligar la Autoridad Pedagógica a:
 
-                     La transmisión: Es significativo que un docente que a la hora de interactuar relacione una mirada al pasado (así sea inventado o no) con el presente, pero también pensando en el futuro. O sea, que promueva un recorrido en la historia para que este método práctico sea fácilmente captado por el alumno, abriéndose a la complejidad del porvenir.
-                     La confianza: No tiene sentido controlar ni obligar a otro a que escuche o entienda, ya que si nos colocáramos a la misma altura de la persona a la cual estamos enseñando sería suficiente y facilitará la situación, sin la necesidad de tener que mostrarnos como una imagen omnipotente. La cuestión es brindar confianza para que el día de mañana el propio alumno acuda al docente por su cuenta, con el fin de querer aprender más.
-                     La igualdad e ignorancia: No hace falta apartar la asimetría para lograr nuevos diálogos y crear caminos atrayentes, solo basta con crear lazos importantes y romper con la idea de que un maestro es indiferente al alumno. A su vez, éste podría fingir minoría para que sea el alumno quien se encargue de realizar un trabajo intelectual y pueda desplegarse. De otro modo, se estaría “aplastando la inteligencia del alumno” y eso estaría extremadamente mal porque lo que necesitamos es adquirir una asimetría entre las relaciones adultos-niños.
-                     La emancipación: Ser más dóciles y no tan estrictos, para poder descubrir los intelectos y el poder del pensamiento de aquel que nos está escuchando, mostrando la buena voluntad y trabajando “igual a igual” con fin de estimular el interés.
 
Para concluir, me gustaría aclarar que a pesar de que la autoridad pedagógica en cuestión pueda llegar a ser considerada por algunos como una utopía, no es más que un ‘mal entendido’ por parte de aquellos que no se responsabilizan por brindar una buena enseñanza, ya que si uno mismo optase por informarse, educarse correctamente y mostrarse ante la gente como una persona digna del saber y entendimiento, será elogiado y reconocido como una gran figura viva de Autoridad Pedagógica. Si esto se hiciera por parte de todos los docentes, hoy no estaríamos debatiendo la gran paradoja que a lo largo del tiempo se estuvo agravando.
 
 DECÁLOGO
 
Hoy en día, educar implica un acto de autoridad. Éste conlleva una responsabilidad: asumir la tarea de enseñar algo determinado a otros y darles las herramientas necesarias para que puedan moverse en el mundo.
 
Es por eso que una buena autoridad pedagógica debe:
 
1.- Garantizar la confianza, la escucha, la capacitación, el respeto y el reconocimiento necesario por parte del alumnado.
 
2.- Tener un seguimiento de clases para profundizar y fortalecer los contenidos debatidos.
 
3.- A la hora de la enseñanza, discutir bien a fondo los temas comprendidos para que la audiencia logre entender el por qué de cada cosa, o sino manifestar ejemplos cotidianos que sean fáciles de entender.
 
4.- Convivir, interactuar y trabajar progresivamente en conjunto, ya que esta autoridad de la que hablamos no se rige de manera individual, y de este modo contemplar diferentes formas de trabajo que puedan innovar la instrucción.
 
5.- Ir alternando la modalidad de trabajo, incluyendo distintas disciplinas orientadas a espacios especiales que el estudiante pueda pensar y razonar, y que así cree una base fuerte en lo que respecta a su intelecto.
 
6.- Realizar proyectos constantemente y salidas a lugares vinculados con el tema a tratar.
 
7.- Idear un sistema de enseñanza productivo y que no sea rechazado.
 
8.- Construir un ámbito de soltura e integridad general para la buena formación de los alumnos, no solo para que reconozcan la profesionalización del docente sino para alcanzar un momento que se abra al debate.
 
9.- Englobar todo tipo de temas, haciendo uso de una autoridad democrática contemplando dimensiones extravagantes y estrategias que serán beneficiosas para el entendimiento.
 
10.- Lograr que los alumnos de su clase se interesen a través del seguimiento, para que el día de mañana sean ellos los que dominen aquellos contenidos que alguna vez les fueron transmitidos.
 
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