La Iglesia es en este mundo el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres. Con su enseñanza, su vida, y su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree.

Conservar el depósito de la fe es la misión que ella realiza en todo tiempo. Podemos decir que es ella la que lleva a cabo fielmente la tarea de conservar y explicar la doctrina cristiana, con el fin de hacerla más accesible a todos los hombres de buena voluntad. Es ella, la que con la gracia de Dios, crece día a día y cobra nuevas fuerzas caminando sin miedo hacia el futuro, dedicada al trabajo que exige nuestra época.

Soy miembro de una Iglesia pecadora que tiene una historia milenaria y un pasado más humano de lo que me gustaría admitir. Gracias a Dios nací en una Iglesia que todavía no está definitivamente salvada y que, por eso mismo, todavía puede acoger al Espíritu Santo.

Frente a un mundo que tiene en sus manos los más sofisticados instrumentos de comunicación y, con todo ello, lo único que logra conseguir es dividir, confundir e incomunicar; está nuestra misión de actuar como verdaderos cristianos.

Como cristianos debemos impedir las innumerables formas de masificar, así como el rebajamiento al que se ven sometidos los jóvenes actuales, víctimas de amenazas terribles y fugas colectivas como las drogas.

Como auténticos cristianos debemos saber que Dios está siempre presente en el hombre y que es éste, precisamente, el que con sus actos debe responderle.

 

Conservar el depósito de la fe es la misión que el Señor confió a su Iglesia. Debemos tener como propósito hacer patente la misión apostólica y pastoral, conduciendo a todos los hombres, mediante el Evangelio y la búsqueda del amor de Cristo.

Dentro de los esfuerzos realizados por todos los miembros de la Iglesia para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios y afianzar su fe, podemos proponer la catequesis como herramienta de educación en la Fe. La misma comprende una enseñanza de la doctrina cristiana con miras a iniciarse en la plenitud de la vida católica.

Otras formas de proponer la fe son mediante un obrar recto y libre con la ayuda de la gracia y los mandamientos de Dios.

 

 

Puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje también lo es; por esto es que no podemos hablar de Dios sino sólo según nuestro modo humano, limitado de conocer y pensar.

Todas las criaturas poseen una cierta semejanza con Dios, especialmente el hombre creado a imagen y semejanza. Las múltiples perfecciones y dones, como la verdad, la bondad, la belleza, reflejan, por lo tanto, la perfección infinita de Dios.

Actualmente Dios nos incomoda. Incomoda, porque, en un mundo que se considera superior a Él, nadie ha logrado todavía emitir una frase que no esté ya contenida en las que Él dijo, ni hay concepto humano alguno que no sea consecuencia de los suyos. Y somos nosotros los que debemos predicar y enseñar que nadie puede hacer nada si no se apoya en Él y que es el Padre de todos y el hombre que todo el mundo busca aún sin saberlo.

Dios no cabe en la mente humana. Hace precisamente todo aquello que la gente no logra entender que pueda hacer un Dios y, al contrario, no hace nada de aquello que lo sabios e investigadores creen que un Dios, o por lo menos un superdotado, debería hacer.

Puedo decir que Él fue quien me enseñó que la vida es la vida y no esa muerte, ese suicidio a que los hombres nos hemos ido acostumbrando, corrompiéndolo todo: la atmósfera, los ríos, los lagos, las ciudades, los niños y los hogares, la fidelidad y la responsabilidad.