Pensando en un modo de ser Iglesia y cristiano diferente Por Kevin Villaroel 3º EGO 2009   Ciertamente, si nuestra sociedad sigue aplaudiendo y apañando la llamada “viveza criolla” difícilmente la honestidad, la decencia, la solidaridad puedan llegar a cotizar algún día en la “bolsa de valores”. En el cuento “Los dos mares” me pareció encontrar algunas respuestas a las preguntas ¿cómo ser Iglesia Hoy? Cómo proponer la fe hoy? ¿Cómo hablar de Dios hoy? A continuación transcribo el mismo:”En tierra Santa hay dos lagos alimentados por el mismo río¨: el río Jordán.             Aunque están situados a unos pocos kilómetros de distancia uno de otro, poseen características totalmente diferentes. Uno es el Lago de Genesaret, conocido también como Mar de Galilea o Lago de Tiberiades. El otro lago es conocido como “Mar Muerto”. El primero es azul, lleno de vida y de contrastes como calma y tempestad; en sus orillas se reflejan las flores amarillas de sus bellísimas praderas. El Mar Muerto es una laguna salitrosa y densa, donde no hay vida y queda estancada el agua que viene del río. ¿Qué es lo que hace tan diferentes a los dos lagos alimentados por el mismo río? Es sencillamente esto: El Lago de Genesaret trasmite generosamente lo que recibe. Su agua una vez llegada allí, parte inmediatamente para remediar la sequía de los campos .Sacia la sed de los hombres y de los animales. Es un “agua altruista”. El agua del Mar Muerto es estanca. Se adormece. Es salitrosa. Mata.   Es “agua egoísta”, estancada, inútil.   Pasa lo mismo con las personas. Las que viven dando y dándose a los demás, generosamente, viven y hacen vivir. Las personas que, egoístamente, reciben, guardan y no dan, son como agua estancada, que muere y causa la muerte a su alrededor. Muchas gentes se parecen al Mar Muerto: sólo reciben, acumulan, no se dan y así se fabrican una vida amarga, desdichada e infeliz. Hay otros que dan y se dan a sí mismos con generosidad y sin esperar recompensa… Esta gente es la más feliz de nuestro mundo. Cuánto más damos más recibimos. Cuanto menos repartimos de lo nuestro, más pobres nos volvemos. El que acumula para sí solo, llama a gritos a la infelicidad y ésta llega. El que reparte, abre la puerta a la felicidad. Tú conoces el tipo de mar que representas.   ¡El que no vive para servir, no sirve para vivir!   La iglesia no es ajena a la sociedad. Actualmente la sociedad está cada vez más desarticulada más insegura y más vulnerable, es llamada sociedad líquida, lo fluido es una sustancia que no puede mantener la forma por mucho tiempo, y éste es el rasgo dominante de la sociedad moderna, que busca los cambios en forma obsesiva. El modo de vivir hoy de trabajar, de amar, de capacitarnos, de relacionarnos y aún de pensar, se han vuelto líquidos. No debemos bajar los brazos, al contrario estar convencidos de que solo renovando nuestros valores, entre ellos la honestidad, la cultura del trabajo y la educación seremos capaces de construir un mundo mejor. Por ejemplo en estos momentos que nos toca vivir, entregando los trabajos en término, decir la verdad aunque nos perjudiquemos aparentemente, comprometernos a vivir los valores, justamente porque notamos que día a día vamos perdiéndolos, sentimos que estamos inmersos en un mundo de disvalores, y es por este motivo que como cristianos comprometidos, debemos sentir también la preocupación de actuar de modo tal que logremos comunicar, transmitir, contagiar los valores que hacen a la condición humana ya la convivencia sana con el prójimo. Primera convicción: una profunda convicción personal para vivirlos y así poder “contagiarlos” porque nadie da lo que no tiene. Si queremos que algo cambie, hagamos lo que esté a nuestro alcance, no podemos quedarnos con los brazos caídos y mucho menos cruzados. ¡Reciclemos los valores morales que Dios nos ha concedido y son fundamentales para una convivencia humana armoniosa! El cristiano debe ser portador de la verdadera esperanza.