El mito en la historia
EL MITO EN LA HISTORIA
Por: Lic. en Psicología Adrián Lilino
 
El mito ha constituido en la cultura, entendiendo la misma como una matriz simbólica donde el sujeto se inscribe como agente actor y productor, un referente clave en la estructuración de la subjetividad humana.
Desde los primeros tiempos, el ser humano ha necesitado poder dar cuenta de todo aquello que lo rodea y que lo interpela a dar algún tipo de respuesta. En este sentido el hombre ha recurrido a diversos modos de delimitar la realidad, ya sean estos míticos, ligados a la revelación, filosóficos y/ o científicos.
Con lo cual, pensar el mito en psicoanálisis, implica en primera instancia hacer un recorrido respecto del modo en el cual se lo ha entendido y pensado por el ser humano.
El mito ha sido entendido desde diversas acepciones, ya sea como fábula, invención o ficción, si hacemos un seguimiento respecto de la etimología del mismo, encontramos que es una palabra de origen griego que indica: “discurso”, “proclamación”, “notificación”, “dar a conocer una noticia”.
Mircea Eliade[1] presenta en su obra “Mito y Realidad” ciertas notas características del mito tal como ha sido vivido por las sociedades arcaicas:
1.- Constituye la historia de los actos de los seres sobrenaturales
2.- Esta historia se considera verdadera y sagrada.
3.- Siempre se refiere a una creación.
4.- Al conocer el mito se conoce el origen de las cosas, y por consiguiente
 se llega a manipularlas y dominarlas a voluntad.
5.- De alguna manera se vive en el sentido de que sé esta dominado por la potencia sagrada que exalta los acontecimientos que se rememoran y reactualizan.
Así nos propone el poder pensar a los mismos como relatos acerca de acontecimientos primordiales, que confieren valor y significación a la existencia humana.
            Los mitos constituyen entonces una de las modalidades primarias del pensamiento, incluso antes del surgimiento de la episteme, ciencia, filosofía. En este sentido, se encuentran como fundamento de toda cultura y de todo sujeto (cada uno de nosotros está atravesado por mitos constituyentes de la subjetividad).
Estos vienen a dar cuenta de una falta, allí donde la razón se presenta como perforada, apelando al afecto y no al intelecto (no están para ser constatados ni explicados, están para ser creídos)
            Se inscriben como una metáfora, en el sentido de que sustituyen una cosa por otra, siguiendo una legalidad y cobrando eficacia simbólica, ya que al ser creídos, modifican la realidad.
            El mito es “portador de una verdad propia, inalcanzable para la explicación racional del mundo[2]... “tiene, en relación con la verdad, el valor de ser la voz de un tiempo originario más sabio[3]
            “Un mito es una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos que dan significado a nuestra existencia. Tanto si el sentido de la existencia es solo aquello a lo que damos vida merced a nuestra propia fortaleza, tal y como mantendría Sartre, como si es un significado, que hemos de descubrir, como afirmaría Kierkegaard, el resultado es lo mismo: los mitos son nuestra forma de encontrar este sentido. Son como las vigas de una casa: no se exponen al exterior, son la estructura que aguanta el edificio, para que la gente pueda vivir en él.[4] Esta definición y modo de pensar al mito corresponde a Rollo May, quien también se ha avocado a esta tarea de poder pensar, no solo al mito y su función en la cultura, sino también el modo en el que se plasma en el psicoanálisis freudiano, como veremos más adelante.
            Ahora, ha sido en nuestro siglo XX cuando comenzó a entenderse el mito como una 'historia verdadera'. Antes era concebido mas bien como una ficción o una fábula: los griegos ya habían empezado a ver el mito como todo aquello que no puede existir en la realidad, mientras que el judeocristianismo consideró mentira todo lo que no estuviese revelado en los testamentos.
Todas las grandes civilizaciones mediterráneas y asiáticas cuentan con mitologías. Ellas se fueron transmitiendo de generación en generación en forma escrita u oral, aunque no permanecieron iguales, sino que sufrieron transformaciones y se enriquecieron gracias a la influencia de culturas o individuos superiores. A modo de ejemplo, Hesíodo en su obra “La Teogonía” en su rol de poeta y narrador describe como se fueron dando diversos avatares que dieron origen a la existencia divina griega y que intentaron recubrir esta falta de saber respecto de los orígenes: “ Ante todo existió el Caos y después la Tierra de ancho pecho, morada perenne y segura de los inmortales que habitan las cumbres del nevado Olimpo; el tenebroso Tártaro, en lo profundo de la espaciosa Tierra; y Eros, el más bello de los inmortales dioses, que libra de cuidados a todas las deidades y a todos los hombres, y triunfa de su inteligencia y de sus prudentes decisiones...[5]De la Tierra y el Cielo nacieron aún tres hijos grandes muy fuertes, nefandos: Coto, Briareo, y Giges...”[6]
La función principal del mito es, para Elíade, revelar los modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas, tales como la alimentación, el matrimonio, el trabajo, la educación, el arte, la sabiduría, etc. Por ejemplo fueron los dioses, según esos relatos, quienes determinaron que hoy el hombre tenga tales o cuales características como ser sexuado, estar obligado a trabajar para vivir, estar organizado en sociedad, etc.
Los indígenas distinguen los mitos (historias verdaderas) de las fábulas o cuentos (historias falsas). Entre los primeros están los relatos sobre los orígenes del mundo, la historia del héroe nacional, la historia de cómo el hechicero adquirió sus poderes, etc., o sea, todo lo relacionado de algún modo con lo mágico-religioso. Las historias falsas tienen, en cambio, un contenido profano, como por ejemplo las historias sobre animales. Estas pueden contarse en cualquier momento, pero las historias sagradas no: sólo se narran en ciertos periodos de tiempo y a ciertos y determinados individuos.
Los mitos se actualizan mediante los rituales: en éstos se recita o se celebra el mito del origen, dejándose uno impregnar de la atmósfera sagrada donde se desarrollaron aquellos acontecimientos milagrosos.
Cada religión plantea míticamente orígenes diferentes. Para el judeocristianismo, es el drama del paraíso el que determinó la actual condición humana. Para el mesopotamio, lo esencial es la formación del mundo por medio del cuerpo despedazado del monstruo marino Tiamat, y la creación del hombre con la sangre del archidemonio Kingu, mezclada con tierra.
Para muchas tribus primitivas, el origen del mundo es obra de un Dios que lo creó y luego se retiró al cielo, a veces sin haber completado su creación: un Dios ocioso ('deus otiosus'). En otros casos, los dioses desaparecen porque el hombre les dio muerte.
A diferencia de la muerte del dios ocioso, que es directamente reemplazado por otro, el dios asesinado violentamente padece una muerte creadora: la divinidad sobrevive de alguna forma en los ritos donde periódicamente se reactualiza el crimen, es decir, la divinidad asesinada no se olvida jamás. Estas divinidades no son cosmogónicas: aparecieron luego de la creación primordial, y más tarde fueron asesinadas. Según el mito, el motivo del crimen fue la venganza porque ese dios mató a los hombres, pero lo que éstos no comprendieron fue que el dios los había matado para iniciarlos.
La estructura de este tipo de mitos es de origen, pero no se trata del origen cosmogónico, pues lo esencial a lo que aluden ocurrió después de la creación del mundo. En otras palabras, lo esencial ya no es solidario de una ontología (o sea cómo el mundo ha llegado a ser), sino de una historia, una historia que es divina y humana al mismo tiempo porque el drama original tuvo como protagonistas a los dioses y a los antepasados del hombre. La muerte del dios a manos del antepasado humano modificó la existencia del hombre, creándose entre hombre y dios un nuevo vínculo basado en una comunión: el hombre se alimenta del dios y, al morir, se une a él en el reino de los muertos.
Con lo cual, en estas diferentes lecturas y modos de pensar acerca de los orígenes nos dan cuenta de que más allá de que las historias difieren en cuanto a su contenido, la estructura sigue siendo la misma y de este modo hay una legalidad en el fondo que trasciende a todo mito. Este punto nos permitirá poder pensar que el mito es algo esencial y natural al modo con el cual el hombre piensa la realidad y se piensa a si mismo.
Otro vector de análisis lo constituye el hecho de que ha operado un descrédito respecto del mito frente al logos. En la misma civilización griega en el curso de su Ilustración, este término cayó en desuso al ser suplantado por el de logos. Lo cual conduce a que se consolide y acuñe el concepto de mito: “ Pero justamente con ello se establece el perfil que acuña el concepto de mito y resalta el mythos como un tipo particular de discurso frente al logos, frente al discurso explicativo y demostrativo. La palabra designa en tales circunstancias todo aquello que solo puede ser narrado, las historia de los dioses, y de los hijos de los dioses.[7].
En este sentido es pertinente tomar el análisis que realiza Buber[8] acerca de que el hombre guarda con la realidad una cierta ecuación que le permite mantener un equilibrio que defina a ambos. Así en la Antigüedad en los griegos esta preocupación por el cosmos y su conocimiento, presenta una cosmovisión donde toda la realidad tiene un orden y un sentido que no depende del sujeto, aquí el cosmos aparece como garante. Khun en su discusión respecto del modelo de ciencia de la modernidad, establece la categoría de paradigma como “Conjunto de prácticas y categorías compartidas por un grupo de científicos en un momento dado, que les permite organizar y comprender el mundo de una determinada manera”. Es decir que piensa que no hay un carácter finalista de la ciencia moderna en relación al problema de la verdad, sino que constituye un modo de racionalidad diferente. Critica entonces, la racionalidad moderna occidental como parámetro para todo tiempo y espacio. Con lo cual en relación al mito, la ciencia no destruiría dicha noción, sino que apuntalados sobre este argumento de Khun, el mito sería entonces lo que venimos sosteniendo hasta ahora: un modo de conocer la realidad igualmente legítima y válida.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


[1] ElIADE, Mircea, “Mito y realidad”, Ed. Labor, 2da. Edición, Barcelona, 1992.
[2] GADAMER, Hans-Georg, “Mito y razón”, Ed. Paidós, 1ra.ed., Barcelona, 1997, p. 15-16.
[3] Ibidem, p.16.
[4] MAY, Rollo, “La necesidad del mito”, Ed. Paidós, 1ra. reimpresión, Barcelona, 1998, p. 17.
[5] HESIODO, “ La Teogonía”, Ed. Fontana, 1ra. ed., Barcelona, 1995, p. 44
[6] Ibidem, p. 45
[7] GADAMER, Hans-Georg, “Mito y razón”, Ed. Paidos, 1ra.ed., Barcelona, 1997, p. 25
[8] BUBER, M, “¿Qué es el hombre?”, Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1949.
 
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